el trigo según mi eme, todo balanceado el...
foto cortesía de mcb
En mi anterior entrada no aclare nada de nada. Ya lo dice el dicho, mejor no aclares que oscureces. En realidad quise decir otra cosa completamente diferente a lo que dije, pero lo escrito, escrito está. Asi que déjenme ver si esta vez consigo hacerlo un poco mejor. Eso me pasa por escribir sin pensar.
Ok, lo que yo quería decir y que me aclaró muy bien mi eme con su comentario genial, (tan bella, ella siempre tiene comentarios geniales) era que lo que predominaba en mi antes de las medicinas era la oscuridad.
Todos sabemos que el mundo parece estar hecho de contrarios o de complementarios. Hay cosas que no parecen estar completas sin su opuesto. Mujeres y hombres, vacíos y llenos, oscuridades y claridades, frios y calores, felicidades e infelicidades. Bueno, pues eso.
Hasta hace dos años mi vida estaba en un desbalance total. Vivía del dolor y pensaba que eso era lo único que existía o mejor dicho, lo único que yo era capaz de sentir. Talvez porque como dice eme, el dolor parece más grande que la felicidad. Talvez porque mi
wiring mental estaba todo enrollado en una sola parte de mi cerebro. Talvez porque sólo era capaz de estar en los extremos. Sólo conocía los extremos y despreciaba el centro, despreciaba el balance como cosa de cobardes.
Y aqui viene la parte de la aceptación. Tuve que aceptar my duramente que estaba enferma de la mente. Que por la razón que sea, tenía los cables alterados y que tenía que hacer algo al respecto o la realidad se me iba a ir de las manos por completo. Tuve que aceptar que fuera de mí, existía de hecho una realidad completamente diferente a la que yo estaba acostumbrada. Y lo más importante de todo, que poruqe uno esté acostumbrado a algo, no quiere decir que sea la única opción de la que uno es capaz. Y tuve que decidir. O me iba, o me quedaba.
Haber descubierto el centro, el equilibrio, no quiere decir sin embargo que todo esté bien. Principalmente porque como dije antes, no se puede estar bien sin estar mal otro ratito. Si uno estuviese bien todo el tiempo, no habría balance. Sería además, aburridísimo.
Pero aquí viene la parte que tampoco podía faltar y es la parte en la cual me quejo. Me quejo de que mis medicinas si bien me mantienen equilibrada emocionalmente y me han hecho descubrir el espacio de la estabilidad, no me permiten irme a los extremos. Aunque quiera. Extraño la euforia de dibujar, de pintar de descubrir. Extraño aunque parezca irracional, la capacidad de hundirme hasta el extremo de hacerme daño a mi misma. Extraño sentir con intensidad. Extraño en resumen, la simple intensidad de vivir a la loca.
Ay, extraño ser la loquita que fui. Esa chispa aveces oscura, aveces luminosa, y me siento apagada e insensible. Indiferente y fría. Pero no con la indiferencia del que decide no volver a tocar el dolor para no hacerse mas daño.
Ahora padezco la indiferencia de la señora de la mirada perdida. Estoy perdida en el centro del balance. En la mitad de la torta de chocolate con vainilla, y la vida no me sabe a nada.
Ahora si se entendio?