stalker

era mas o menos asi mi stalker

Esta es una historia basada en hechos reales.

Actually, es una historia real.

Cuando yo era tan sólo una lolita que me paseaba por la vida inocentemente toda hippie sin llevar sostén y sin peinarme; iba todos los días a la misma esquina a esperar el autobús. No iba siempre a la misma hora, ya que mis horarios universitarios eran siempre tan caóticos como mis estados de ánimo, pero si llevaba algo de rutina.

Una rutina cómoda. Las rutinas son para eso, para buscar comodidad, como un perro que da vueltas y vueltas hasta que encuentra el lugar perfecto en su cojín.

Con el tiempo comencé a notar a un cierto individuo que rutinariamente también me incrustaba su mirada escondido tras unos lentes de aviador y un bigote inmenso, no muy alto, no muy flaco, y eternamente vestido con una chaqueta de cuero también tipo aviador. Aquello no me molestó demasiado, los hombres en general tienen esa molesta tendencia de meterle mano a uno con los ojos sin pedir permiso ni nada, asi que yo actué tal y como me enseñaron y lo le hice el menor caso y miré para otro lado. Rutinariamente.

Sin embargo un día mientras caminaba hasta mi esquina de siempre, el señor de los lentes de aviador estaba parado justo en la esquina contraria. Al verme se aproximó y me dijo:

- Preciosa, eres preciosa.

Ruborizadísima y al borde de un ataque de paranoia me le quedé mirando y balbuceé un gracias y un amago de sonrisa y rogué al cielo para que el autobús llegase inmediatamente. El cielo me escuchó el autobús llegó y yo me fui.

Durante un tiempo no lo ví más asi que mi rutina volvió a su apacible adormecimiento matutino.

Otra de mis rutinas hippies de mi gallificada juventud era esa fresca costumbre que tienen los jóvenes de querer cambiar el mundo a través del amor, asi que me iba con mi guitarrita colgada en la espalda, todos los domingos a alegrarle la vida a los asistentes de la misa, tocando y cantando con mi novio (que era todavía más hippie que yo), y el coro que habíamos formado en la parroquia.

Así que uno de estos rutinarios domingos de paz y amor, me encontré con el dolor de estómago de ver al aviador sentado solito en la primera fila de los bancos de la iglesia. Esos dolores de estómago que en realidad es como si te diesen una patada de adrenalina que te llena la sangre y te late hasta el último rincón del dedo gordo del pie.

Atacada de pánico le conté "todo" a mi novio y su respuesta como era de esperarse fue

- Ay Adriana, no seas paranoica, el tipo vino a misa y ya.

Inteligentísima yo, me aferré de la mano de mi noviecito toda la misa como para decirle al aviador, mijo aqui no llevas el mas mínimo chance asi que esfúmate, pero igual esperé que se hubiese ido todo el mundo y me quedé a almorzar con mi novio para no tener que regresarme sola para mi casa.

Asi pasaron algunos domingos, aveces el aviador venía y aveces no. Hasta que un domingo en particular el aviador llegó acompañado de su esposa y de sus hijos. Ahi le tuve lástima al pobre tipo. Su esposa llevaba un vestido color verde perico que no le entraba y un moño mal hecho y sus hijos iban todavía peor arreglados con ropa que les quedaba también pequeña.

El terror vino más tarde cuando mientras rezaba fervorosamente sujetada de la mano de mi novio y escuchaba las peticiones del párroco de la iglesia, éste dijo:

- La misa de hoy la ofrecemos por Fulanito de Tal, para su pronta recuperación, Menganita de Cual, descanse y en paz, y por Preciosa.

Subí la mirada, aterrorizada y me encontré con la babosa sonrisa del aviador, sobándome la cara con cara de triunfo.

Y esa fue la historia de mi stalker. Después de eso no lo vi más nunca. Ni le conté la historia a más nadie, hasta hoy.