cabeza de mandril
foto cortesía de OR
Las divinidades nacieron en los sueños.
La mitología, las religiones, las leyendas, todos los personajes con los que guiamos el día a día, el pasado y el futuro. Todo ha estado siempre ahí. En los sueños.
Tan solo se trata de hacerse las preguntas correctas, como digo yo siempre.
Casi todos los relatos de las figuras mesiánicas en las religiones están poblados de sueños con significados proféticos. Casi siempre los protagonistas de esas historias han hecho caso de esos sueños y gracias a eso, las cosas les han salido bien.
Qué habría sido del pobre San José si no escucha al ángel que le habló en sus sueños y no sale corriendo para egipto con su mujer y su muchachito? Que se lo hubiesen matado y ahi se habría quedado la humanidad sin Cristo.
Lo mismo que si la mamá de buddha no hubiese soñado con un montón de elefantes metiéndosele por el brazo izquierdo, no habría ella ni su marido inferido que su hijo estaba destinado a ser nada más y nada menos que el Budha salvador. Y lo habrían educado como a una persona normal y no una predestinada.
La pregunta que hay que hacerse es por qué. Por qué los antiguos hacían caso a sus sueños y en cambio los modernos no hacemos caso.
La respuesta es espeluznantemente sencilla. Los antiguos hacían caso a sus sueños porque la cosa funcionaba. Uno hacía lo que fuese que dijese el sueño que hicieras por absurdo que sonase, y el resultado terminaba siendo maravilloso. Y por eso en todas las culturas antiguas los sueños se consideraban sagrados. Porque claro, en la antiguedad no sabían que el inconsciente existía y razonaban que otros seres superiores eran los que habitaban ese mundo fantástico al que tan sólo podían aproximarse cuando estaban indefensamente dormidos. Los dioses cuidaban de ellos, si señor.
Hoy en día no hacemos caso. No sabemos escuchar. Los sueños siguen hablando, pero nosotros no escuchamos. No queremos escuchar. Talvez porque lo que dicen no nos gusta. Talvez tan solo porque nos han eseñado asi. Y le tenemos terror a las pesadillas en lugar de escuchar al miedo que está allí para superar las cosas.
Los dioses están ahí adentro. No afuera, ni en el cielo, ni en el infierno, ni en los otros.
Somos nosotros mismos.