así lo recuerdo, en mi infancia en blanco y negro. |
El pasado sábado 24 de Marzo murió un hombre que debió ser proclamado santo en vida. Se trata de Jose Antonio Abreu. Fundador del Sistema de orquestas infantiles y juveniles de Venezuela.
Tuve el privilegio de conocerlo en 1982 cuando siendo aún una niñita de 11, audicioné junto a 10 de mis compañeros de violín delante de él, nerviosísima por querer pertenecer a la orquesta juvenil de Caracas. Después la mas o menos desastrosa audición, el Maestro, como nos gusta llamarlo a todos los que tuvimos la dicha de conocerlo, nos dijo que todos lo habíamos hecho muy bien y que estaba muy feliz de darnos la bienvenida a la orquesta.
Ahí comenzó una de las experiencias mas inolvidables de mi vida cuando empezamos a ensayar con el, TODOS los días de 8 a 10 de la noche en la sala de un teatro que estaba aún en proceso de construcción. La primera obra que tuve el privilegio de aprender con el fue la Suite número 4 de J.S. Bach. Y nunca olvidaré su sonrisa dulce cuando paraba el ensayo y nos decía; muy bien muchachos, pero esto parece una selva de arcos. Vamos a unificar las arcadas para que esto suene como debe ser. Y nos hacía repetir cada pasaje hasta que finalmente sonábamos como una orquesta mas o menos profesional. Los mayores tenían 15 o 16 años y a mi me parecían unos hombres maduros ya. Y la experiencia de esforzarme para ser como ellos me hizo aprender que aunque uno se sienta perdido "en una selva de arcos", si practicas todos los días con disciplina e imitas a los que saben mas, al final logras lo que sea que te propongas.
Hoy escribo un obituario triste y agradecido a un hombre que fue capaz a través de la dulzura, el estudio y la música, de atravesar tiempos y almas. No pude despedirme de él pero no importa. Lo quiero igual. Abreu es un hombre que estoy segura será recordado e imitado por muchos años mas despues de su muerte. Todo lo que hizo trasciende el tiempo y la presencia.
Es una vela encendida en un país que lo perdió todo, menos las ganas de segir tocando y cantando.
Eso nos salvará, seguramente.
Da Capo Maestro, por siempre.