lunes, 24 de agosto de 2015

una mujer cuerda



Una vez hace años, regresando del trabajo con un amigo, pasamos por uno de esos puentes milagrosos de las calles de Caracas. Un puente que se mantenía en el aire por obra y gracia del Espíritu Santo porque tanto las bases como la estructura estaban oxidadas por el tiempo y la desidia. El puente cruzaba por encima de un río asqueroso que divide a la ciudad de este a oeste. El Guaire le hace honor a su horrendo nombre y es un río de aguas fétidas donde convergen gran parte de las cloacas de la ciudad.

En algún momento de la historia algún alcalde que no entendió nada, mandó a construir una enorme cloaca paralela al río, con la absurda idea de limpiar sus aguas y convertir las riberas en paseos peatonales para el disfrute de los ciudadanos. La cloaca inmensa sigue existiendo pero está vacía porque los ramales nunca fueron conectados a ella, asi que el río continúa funcionando como una enorme cloaca al aire libre.

Las aguas del Guaire hacen que la gente pierda la razón. Los habitantes de Caracas estón todos locos. Unos más, otros menos, pero todos se han contagiado de la podredumbre del río y tarde o temprano mostrarán los síntomas y las consecuencias de estar infectados por el calor, la fetidez y la helada fluidez que se desborda cada dos por tres cuando las torrenciales lluvias propias de la selva tropical quedan incontenidas e invaden las calles, los carros, los edificios y la gente.

Como en un apocalipsis zombie, todos y cada uno de los ciudadanos de Caracas padecen del virus de la locura.

Pero al cuento. Mientras cruzábamos mi amigo y yo dicho puente, vimos a una mujer subida al borde de la baranda.  A medida que todos los demás nos apurábamos en llegar a algún destino inmersos en las olas de metal, cemento y fealdad, ella detenida y subida por sobre nuestras cabezas, gritaba y se estrujaba la cara con desesperación. Llorando nos gritaba nuestra miseria mientras los demás mirábamos al frente, pretendiendo no poder ver su sufrimiento, porque no había nada que hacer con ella y de todos modos más tarde o mas temprano a esa solitaria mujer cuerda, también la invadiría la locura colectiva y se bajaría del puente, y dejaría de llorar y recobraría la lenta calma del que sabe que no tiene ya a dónde huir.

Yo la miré y por un instante quise bajarme del auto y abrazarla, y llorar y gritar con ella.

Es la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Y la única que no estaba loca.

9 comentarios:

  1. Parece el apocalipsis zombie de verdad.

    La única cuerda entre una muchedumbre de locos.

    Besos.

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  2. Caracas es una puta ciudad
    mc

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  3. Y era la unica no loca, si, tienes razon

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    1. Tengo esa imagen grabada en mi mente, y nunca creo que me llegue a perdonar a mi misma no habeme bajado del carro y haberle dado un abrazo...

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  4. El Guaire me recuerda mucho al riachuelo de Buenos Aires y sus puentes milagrosamente en pié aún cuando nadie sabe muy bien por qué.
    La gente de esa ciudad también está loca, aunque creo que se trata de una locura endógena, nunca me atrevería a culpar al agua de algo semejante.

    Saludos

    J.

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    1. Te aseguro que hay criaturas mutantes nadando en las aguas de ese río José. Es scary!

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  5. Y ese abrazo que tu le hubieses dado, es el abrazo que todos añoramos.

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