Foto cortesía de Fernando Boza |
Aveces me ataca el pánico sin aviso y sin motivo aparente.
Como una cucaracha que cayese en medio de la noche en mi cuello, un frío estomacal se apodera de los minutos y de las horas ahogándome poco a poco.
Apoderándose de mi pensamiento, de mi respiración, agotando las ganas de estar, de seguir.
Estómago, respiración, cerebro. On and on and on, and on.
Oh que cansancio y que tristeza no poder luchar contra esto.
Claudia dice que solo hay que dejarlo pasar.
Pero lo que yo pienso es que nadie me quiere cuando tengo un ataque de pánico.
Porque los demás se asustan también, y ven en mis ojos el color de la locura y temen contagiarse.
Maldita sea la vida y la muerte y el arte y el ser.